Bizcocho casero

¿Cuantas veces hemos elaborado un bizcocho casero? y ¿alguna vez ha salido igual, utilizando la misma receta? Quizás el sabor es muy parecido, pero no se consigue exactamente la misma textura.

Un bizcocho es esencialmente un experimento de química, es una serie de ingredientes mezclados en un orden específico para provocar reacciones que producen diferentes efectos.

El primer paso para un bizcocho casero perfecto comienza en el bol. Lo primero que hay que hacer es mezclar la grasa con el azúcar, una vez que se tenga una mezcla suave, hay que agregar los huevos poco a poco, y por último alternar los ingredientes secos con un líquido (generalmente leche).

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En el caso de que queramos un bizcocho muy esponjoso, hay que batir previamente los huevos hasta que estén espumosos y doblen su volumen, añadiéndolos con cuidado a la masa para que no se rompan las burbujas de aire. Este aire que hemos incorporado al batir los huevos, creará un bizcocho elástico y super esponjoso.

Hay que medir exactamente las cantidades de ingredientes, utilizar el tamaño de molde indicado y llegar a la temperatura del horno establecida.

No nos olvidemos de que hay que seguir rigurosamente las indicaciones marcadas en la receta, pues el orden y el método descrito cuentan para un buen resultado final.

Esta receta es para elaborar un bizcocho rico y denso, lleno de sabor a mantequilla y vainilla. Estás a tan sólo 6 ingredientes de probar este delicioso dulce casero, perfecto para el desayuno, el postre o la merienda.

Ingredientes

  • 240 gr de mantequilla cortada en cubos
  • 3 huevos + 3 yemas grandes, a temperatura ambiente
  • 1 cucharada de extracto de vainilla
  • 200 gr de harina bizcochona (o harina con levadura)
  • 1/2 cucharadita de sal fina
  • 240 gr de azúcar

Elaboración

  1. Trocea la mantequilla en cubos y deja que se ablande ligeramente a temperatura ambiente durante 20-30 minutos. La mantequilla no debe estar a más de 15 grados, pues si está demasiado caliente el bizcocho quedará demasiado denso y plano.
  2. Bate los huevos y las yemas hasta que espumen y vierte la vainilla. Deja que se atemperen a temperatura ambiente.
  3. Precalienta el horno a 160º C sin ventilador y con calor arriba y abajo. Engrasa un molde rectangular de 23 x 13 cm y espolvorea harina por encima eliminando el sobrante.
  4. En una batidora eléctrica con la paleta, bate la mantequilla y la sal a velocidad media-alta, hasta conseguir una mezcla suave y cremosa, unos 2-3 minutos.
  5. Baja la velocidad a media y agrega poco a poco el azúcar para que no se salga. Vuelve a subir la velocidad a media-alta y continúa con la mezcla hasta que esté brillante, aproximadamente 6 minutos, parando y rebañando las paredes del bol siempre que sea necesario.
  6. Reduce la velocidad a media y vierte gradualmente la mezcla de huevo en un hilo constante pero lento, durante aproximadamente 1 minuto. Aumenta la velocidad y continúa batiendo todo hasta obtener una mezcla ligera y esponjosa, unos 3-4 minutos. Retira el recipiente de la batidora y rebaña todas las paredes con una espátula de silicona mezclándolo todo.
  7. Tamiza la harina sobre la mezcla de mantequilla y huevo en 3 adiciones separadas. Mézclalo suavemente con la espátula de silicona hasta que desaparezca la harina, después de cada adición. Asegúrate de raspar el fondo del recipiente para que todo se mezcle bien.
  8. Vierte la masa en el molde que tienes engrasado y alisa la superficie. Introduce el molde en el horno caliente hasta que el bizcocho tenga un tono dorado y que al pincharlo con un palillo en el centro, éste salga limpio. El tiempo exacto dependerá del molde que has utilizado y de la temperatura del horno. Prueba al cabo de 1 hora y ve comprando cada 15 minutos.
  9. Saca el molde del horno y deja que enfríe sobre una rejilla durante 15 minutos. Despega los bordes del bizcocho con un cuchillo e invierte el molde para que caiga por su propio peso. Deja que enfríe por completo antes de servirlo.  Notas

Las sobras del bizcocho se pueden guardar dentro de un recipiente hermético en el frigorífico.

Para evitar que el bizcocho se hunda por el centro una vez sacado del horno, hay que conseguir la temperatura exacta dentro del horno. Lo mejor para asegurarse de que nuestro horno está bien calibrado, es comprobando su temperatura con un termómetro de horno.

Hornea el bizcocho en el centro del horno, pues si lo pones muy cerca de la parte superior o inferior puede que se acabe quemando la superficie o la base. Si esto pasa, cubre el bizcocho con papel de aluminio hasta que se termine de hacer.

También es importante respetar el tipo de harina que especifica la receta, pues las diferentes harinas contienen diferentes porcentajes de proteína, y la bizcochona, en particular, incorpora levadura, así que no es necesario añadirle más.

Para darle una apariencia más profesional, espolvorea encima del bizcocho azúcar glas tamizado. También puedes aromatizarlo con aroma o cáscara de limón, o incluso glasearlo.

¡Hola, soy Ángela!

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